
Judith Reyes, “una voz de protesta”
“A mi déjenme con mi guitarra y mis convicciones, que son fuerza vital…”
La otra cara de la historia, Judith Reyes
Nacida en el seno de una familia pobre, Judith Reyes llegó a este mundo el 22 de marzo de 1924 en Ciudad Madero, Tamaulipas, cuando México ingresaba a una etapa de nacionalismo y recuperación económica.
De niña atestiguó los esfuerzos de su madre por sacar adelante a sus hijos
Con una infancia marcada por la ausencia del padre, quien emigró a los Estados Unidos para buscar trabajo, la pequeña Judith atestiguó los esfuerzos de su madre por sacar adelante a sus hijos, lavando y planchando la ropa de sus vecinos.
Rebelde y curiosa desde entonces, “Judas” -como la llamaban cariñosamente en casa- no tuvo muñecas con las que jugar, por lo que dedicó largas horas a correr con la “palomilla” de su barrio, a trepar árboles de ciruelos, a bailar el trompo y a usar la resortera en guerras feroces e imaginarias.
Recibió de su padre una guitarra sexta doble que transformó su vida
Su espíritu libre la llevó al mundo del conocimiento plasmado en los libros, animándola a leer historias fantásticas y de aventuras. Convencida de que debía encontrar un camino y “una voz propia”, Judith recibió a los 12 años de edad, un regalo que transformó su vida, una guitarra sexta doble que, pese a sus cuerdas y mecanismos oxidados, le permitió descubrir en la música una forma de expresión y de sobrevivencia.1
Judith Reyes se inició formalmente en el canto en 1939, presentándose en pequeños teatros de variedades en Tampico, así como en los diferentes campos petroleros esparcidos por su estado natal.
En la década de los cuarenta participó en programas transmitidos en la radiodifusora del puerto de Tampico. Fue ahí donde conoció a Eduardo Alarcón Leal, con quien además de casarse, integraría el “Dueto Alarcón” llevando su música años después, por varios estados de la República mexicana.
CANTAR PARA EL PRESENTE CONTRA LA REPRESIÓN Y LA INJUSTICIA
En los años 40 se consolidó como una de las mejores compositoras de música mexicana
A los 18 años de edad y con el firme propósito de que su canto fuera escuchado en todo el país, Judith Reyes se trasladó a la Ciudad de México en 1942, para iniciar una nueva etapa en su vida profesional. En la capital conoció a destacados intérpretes que, al cabo de una década, la considerarían como una de las mejores compositoras de música ranchera y corridos mexicanos.2
Siendo una artista reconocida en estaciones radiofónicas como la XEW, la XEQ y la XEX, Judith dejó de “producir música comercial” en el año de 1952 con el fin de incursionar en un género que poco después (1956), sería conocido como “canción de denuncia política o música de protesta”.3
Con sus canciones se solidarizó con la causa y la lucha de los desposeídos
Consciente de la dura realidad sufrida por amplios sectores del pueblo mexicano, que todavía en la segunda mitad del siglo XX, padecían hambre, pobreza extrema e injusticia social, Judith Reyes se solidarizó con “la causa de los desposeídos” mediante cientos de composiciones en las que relató la historia y la lucha de los marginados.
El compromiso social de la cantautora también se reflejó en el periodismo, pues en la década de los sesenta comenzó a publicar en el diario El Monitor, de Parral, Chihuahua, crónicas, entrevistas y testimonios de obreros, campesinos, mujeres, ancianos y niños trabajadores. Aquellas “letras combativas” propiciaron que, en 1962, Judith fuera encarcelada en la prisión de la capital del estado y expulsada de Chihuahua, un año después.
Sin claudicar a sus ideas ni a su conciencia social, la cantante se desplazó a la Ciudad de México para ofrecer recitales como “corridista” en la Academia de San Carlos, la Escuela de Agricultura de Chapingo, el Instituto Politécnico Nacional y en diversos planteles de la UNAM, lugares donde sus letras además de ser escuchadas, circulaban impresas en folletos y cancioneros.
Conocida como “la mujer de canto revolucionario” documentó musicalmente el movimiento de 1968
Fue durante el movimiento estudiantil de 1968, cuando la compositora decidió “documentar e historiar musicalmente”, el autoritarismo y la represión en contra de los jóvenes mexicanos. Víctima de la censura por parte del gobierno federal, “la mujer de canto revolucionario”, nuevamente, fue aprehendida y orillada al exilio en Francia e Italia, donde fundó el Comité por la Defensa Física y Moral de los Presos Políticos de México.4
Su activismo en el extranjero la llevó “a alzar su voz y tomar el fusil de su guitarra” para ofrecer conciertos en el College St. Marie en Montreal, Canadá, en la Universidad de la Sorbona, en el Politécnico de París y en la Universidad de Grenoble, Francia, así como en el Piccolo Teatro de Milan y en el Circolo Culturale “La Comuna”, en Italia.5
Su prestigio artístico y político trascendió en numerosos países de Europa, América Latina y los Estados Unidos. En la década de los ochenta Judith Reyes se dedicó a la escritura de libros como El Cantar materialista de la historia (1986) y El Corrido, presencia del juglar en la historia de México (1987).
Murió en 1988 dejando un legado musical y libertario que delineó “la otra cara de la patria”
Reconocida entonces como la “pionera de la canción de protesta”, la creadora de un sinnúmero de corridos, huapangos y coplas, murió el 27 de diciembre de 1988 a los 64 años de edad, dejando un legado musical y libertario que delineó “la otra cara de la patria.”